Una muerte falaz.

Por Sebastián D. Longhi.

I

Tomó mi lugar el 29 de diciembre de 2016. Durante dos años, Juan Estévez, un estafador con antecedentes, había planificado sustraer mi personalidad., hurtarla, hacerla propia. Se imaginó a sí mismo siendo un pirata, encontrando un tesoro, desenterrarlo de su geografía remota y enriquecerse. La similitud de nuestros cuerpos, la forma de caminar, el peinado, el rostro, gestos, el parecido tono de la voz, y hasta la forma de levantar la ceja (el la derecha, yo la izquierda) le sugirieron suprimir mi identidad.

II

Mi nombre es Víctor y lo tenía todo, un buen trabajo, una hermosa mujer y dos hijos maravillosos. El hacker no le salió caro, con mil dólares estadounidenses consiguió mi password. Accedió rápidamente a mi información bancaria, los WhatsApp con mis amantes, y el último libro que adquirí: Roberto Arlt, cuentos completos. Cuando me secuestró y me contó lo que había planificado y como envidiaba mi vida, simplemente me dije mentalmente ¡Eureka, acontece todo según lo planeado! Prefiero estar secuestrado y con vida que esperar el pobre destino que le espera a este estúpido.

 

III

Mi esposa, meses antes de la aparición del usurpador, estaba consciente de los problemas económicos-financieros que se estaban agravando desde que el gobierno del presidente Macri abrió de forma indiscriminada la importación. La fabrica de suelas estaba al borde la quiebra, necesitábamos cobrar mi seguro de vida. Los industriales de Argentina, pobre mentecatos, ahora preferimos dejar obreros en las calles (con futura carrera criminal) que perder el plato más exquisito en un restorán exclusivo de zona sur. ¡En el 2017 le compramos todo a China!

IV

Isabel, mi cónyuge y madre de mis hijos, preparó el plan del accidente. Usaría mi viejo Peugeot 504 de 1991 (del cual era fanático), el auto no estaba bien, no le hacia la VTV desde el 2006; para el 31 de diciembre, en noche vieja debía ir a comprar a la farmacia la medicación de mi suegra. Una excusa perfecta para salir antes de medianoche, insospechada realidad. Su madre convivía en nuestra casa desde su viudez en el año 2008.

Para llegar a la farmacia de calle General Rodríguez al 1100 que estaba de turno, en Lanús, debía si o si subir al puente y exponerme a las picadas de los hijos del poder de la ciudad. Tradicionalmente ellos corrían a las 23:30, y el ganador descorchaba todos lo años un Brut Nature de etiqueta negra con la complicidad de la comisaria segunda.

V

Le advertí a mí mujer que alguien había accedido a nuestras vidas, que inexplicablemente se parecía a mí, como si fuera un eslabón perdido en la genealogía de mi alumbramiento al mundo. Un gemelo extraviado. Al principio no entendía que sucedía, ¿Cómo era posible que exista otra persona en el mundo exactamente igual a mí, su esposo? Si era un gemelo, era muy probable que sintiera mi existencia, que deseara a mi mujer, y que anhelara ser el padre de mis hijos. A mi solo me importaba que él tome mi lugar, que suba al 504 modelo 91, con frenos defectuosos y que vaya a la farmacia.

VI

Estuve secuestrado hasta el 2/1/2017, mi mujer, sabiendo exactamente lo que iba a ocurrir se aseguró de seguir la corriente al impostor. Y previo a mi secuestro supimos con un arduo trabajo de investigación, con suma inquisición, donde estaría alojado en cautiverio. Isabel envió al usurpador a la farmacia. Cuando subió al puente Gral. Rodríguez fue embestido por un gol tuneado a más de 170 kilómetros por hora.

Los diarios locales informaron mi deceso: El 31 de diciembre de 2016 Víctor Morelli, presidente de Morelli Suelas SA, murió en trágico accidente por culpa de la irresponsabilidad de los chacales que corren en picada todos los fines de año en la bajada del puente Rodríguez de Lanús.

Cuatro meses después de mi muerte, mi mujer cobró el seguro de vida, dejó la fabrica a los obreros y se fue con mis hijos a vivir a Lomas de Zamora conmigo.

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