Un recuerdo mortal.

Creo que padecía una edad de unos tres o cuatro años Su Señoría; entonces vi a mi madre besar a un hombre que no era mi padre. El solo hecho de recordar a mi progenitora posar sus labios y lengua en un ser desconocido me generaba un dolor extremo; es que recordar que ella traicionaba a mi padre era el cáncer existencial de mi memoria y ello definió como serian mis relaciones con las mujeres: ¡Jamás traicionare a la mujer que ame, y la que me ame no tendrá motivos para traicionarme! Que estúpido, desde mis tres años crecí con la idea mágica de que la vida es inmaculada y nada puede justificar su imperfección. Entonces creí que mi existencia era como una pintura de Salvador Dalí, en concreto me sentía ser el lienzo de la persistencia de la memoria, porque el tiempo fluye, es blando y esta vacío.

Desde mis tres años cultive una idea: ¡Yo, digno hijo de mi padre asesinaría a quien copulaba con mi madre! No permitiría que el sea indigno. Papá no trabajaba, todo lo hacia mamá. ¡Eureka! ¿Desde cuando no trabajaba mi progenitor Su Señoría? El vínculo laboral se había extinguido en 1983, con el retorno de la democracia. Yo tenía seis años, y comprendí que Fernando, titular de “INMOBILIARIAS EL BUENO” era quien le daba trabajo a mi padre. O sea que cuando el empleador dejó de cogerse a mi madre no tuvo mejor idea que despedir sin justa causa a mi progenitor ¿Me entiende Su Excelencia? Y el tiempo me dio algo esencial, me convertí en abogado de obreros, y como hombre de ley no creyendo en el Estado de Derecho, solo tenia un objetivo: financiarme defendiendo obreros con el fin de hacerme de dinero suficiente para matar a Fernando El Bueno, cogedor de mi madre y ex-empleador de mi padre.

A los 33 como buen cristiano generé un juicio con una de las pobres empleadas sin registrar en la inmobiliaria de Fernando, y a ojo de buen cubero, ella fue esencial y me permitió defenderla en el proceso laboral que prepare, inconscientemente por 22 años; y a mis 30 años ya como abogado con experiencia solo me predispuse por 3 años a programar la mente de una mujer insegura para que quiera iniciar acciones legales por “trabajo en negro”. Fue fácil, en el último trienio solo esperaba que ella saliera y le dejaba mi tarjeta de abogado, advirtiéndole que el titular de la actividad era un acosador y que le encantaba tener gente sin registrar. Un día recibí un WhatsApp, ella se presentaba con el nombre de Ornella y que estaba agradecida de que la contacté porque ese vil corredor inmobiliario había comenzado a hostigarla. Así fue como inicie acciones laborales para tener un mano a mano con el otrora empleador de mi padre.

La causa laboral recayó en el poderoso Tribunal de Trabajo N.° 3, y mi exaltación retumbaba en todo mi ser. Mi Corazón no paraba de bombear sangre, y mis ideas creaban un escenario donde yo vengaría a mi padre. Porque aquel tribunal poseía la tradición de citar personalmente a las partes para arribar a una conciliación laboral para poner fin al juicio.

Y el 5 de Junio de 2017 citados a una audiencia de conciliación mágica en sede laboral me presenté:

-Sr. Fernando, soy Gabriel López Hernández.

El martillero y corredor público me miró estupefacto como si hubiera visto un reflejo de su ser, como si el pasado lo estuviera persiguiendo para obligarlo a rendir cuentas. Y me dice:

– ¿Vos sos el hijo de Marite López?

Asentí con la cabeza, aunque mi mano derecha estaba introduciendo en su estómago un cuchillo de cocina común y corriente a la vista de todos, resaltando como con un simple utensilio ordinario me burlaba del derecho y la justicia. Presencié como se desangraba, lo disfruté mucho; Su Excelencia, no me importa ir a prisión por ello. Debo reconocer que esperaba desesperación de parte de mi víctima, pero solo vi unos ojos llenos de lagrimas y una boca ensangrentada que, empantanada, no me permitía oír lo que sus labios aclamaban con ahínco y frustración. Eso es todo lo que debo confesar. ¿Algo que deba saber Su Señoría antes de ir a prisión por mi exquisito delito?

-Lamento decirle Doctor López Hernández, que habiendo ocurrido el crimen en presencia de un tribunal judicial, más su confesión, tendrá una condena a prisión perpetua. Si debe saber que de las pruebas de ADN recolectadas usted mato a Fernando El Bueno…

-Si ya lo sé Sr. Juez, para que me lo aclara…

-La victima era su padre biológico…

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